«El Carnaval – como lo entendemos aún en Chile, esto es, traducido en el inocente juego de serpentinas – verifocóse este año con marcado entusiasmo entre los numerosos admiradores de tan simpática fiesta.
El maestro de bandas, señor Césari, tuvo la buena ocurrencia de hacerse empresario de festivales y convirtió el hermoso Jardín de la Victoria en el centro obligado de la reunión y de los jugadores.
La concurrencia fué numerosa, ó sea del Lunes, se limitó el paseo á la batalla de flores y á la con serpentinas, con tanto encarnizamiento que Dios libre que los proyectiles hubieran sido de verdad.
Grupo de niños que tomaron parte en el concurso de mascaritas.
Las cintas de papel caían sin saber de dónde y mal que mal nada hubiera sido que cayeran coquetonas y flameando al aire, pero las había que, enrolladas, iban a parar á un carilllo ó á un ojo y dejaban al tocado bueno para nada.
Agréguese á esto que más que las serpentinas, las miradas de las pimpantes y lujosas señoritas bastaban para formar un enredo que ni el nudo gordiano le podía igualar.
En la segunda noche continuó todo aquello con más el apéndice de la mascarada infantil, lo mejor y más lúcido de la fiesta.
Se presentaron más de cuarenta niños y niñitas luciendo los más caprichosos y variados trajes. El primer premio de honor y el segundo fueron adjudicados a las niñitas Coe quienes, á juicio general, fueron la nota alta con su indumentaria y su bellísimo palanquín turco.»
Transcripción de nota «El Carnaval en el Jardín de la Victoria», Sucesos, 10/03/1910, p. 20.
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