Carlos Martínez (1932-2009): del piano al bandoneón

noviembre 3, 2017

En las conversaciones que forman par­te de relato sobre el tango en la ciudad puerto, aparece la voz de Carlos Martínez. Pianista y bandoneonista nacido en 1932, que pasará su niñez en el Cerro La Cruz en Valparaíso, trasladándose después al sector de Limache y fijan­do posteriormente su residencia en Viña del Mar.

Carlos Martínez en su casa de Viña del Mar. Octubre, 2006.

Carlos Martínez en su casa de Viña del Mar. Octubre, 2006.

Desde muy joven toma lecciones de piano por casi nueve años, hasta que la necesidad de comenzar a buscar sus propios ritmos lo llevó a compartir sus primeros trabajos musicales con Iván Hermosilla, compañero de la etapa escolar, ambos estudiantes de piano que comienzan a experimentar con los nuevos ritmos de moda, siendo su entorno cercano el más propicio para cana­lizar las inquietudes que lo vinculan a la música popular:

“Nos juntábamos con Iván los sábados por la tarde a escuchar programas argentinos de tango que se llamaban «Las Grandes Tardes Modar» en la radio El Mundo, como de las cuatro a las ocho, donde desfilaban cada cuarto de hora una orquesta típica de tango y una orquesta tropical o de música variada… Había en Limache una pérgola donde la gente iba a bailar, en el parque Brasil, y nosotros pertenecíamos a un grupo que organizaba esos bailes. Estoy hablando del año 1945, o sea las mejores épo­cas del tango, el tiempo de las grandes orquestas […] cada una de cuatro bandoneones, cuatro violines, contrabajo, piano, más los cantantes. Bueno, nosotros escuchábamos a estas orquestas y durante este periodo, entre el año 1945 y 1950 egresamos del liceo […] desde entonces el instrumento que me llama la aten­ción es el sonido del bandoneón, tan especial, quejumbroso en la mano izquierda, un sonido muy propio del bandoneón”.

Presentación de Los Estudiantes Porteños en la quinta casino COFRE. La Estrella de Valparaíso, 1954

Presentación de Los Estudiantes Porteños en la quinta casino COFRE. La Estrella de Valparaíso, 1954.

Todas estas propuestas musicales y estilos de las orquestas que forman parte de la influencia musical lo entusiasman en la bús­queda de un sonido más tanguero. Su grupo por esos años sufre transformaciones necesarias según Martínez, para su consolida­ción como orquesta típica:

«Nosotros teníamos dos violinistas, Carbeli primer violín, y Raimundo Pezoa segundo violín; Iván Hermosilla en piano, y el contrabajista que trabajaba de peluquero llamado Gregorio Mondaca que se fue a Santiago. Llegó desde Puerto Montt un violinista que tocaba por música [Douglas Díaz], así que quedó como primer violín y pasó Carbeli al contrabajo, que empezó a trabajar con el arco pues tenía algo de conocimiento técni­co y habíamos visto a los Estudiantes Porteños tocar, donde ellos atacaban con el arco algunos pasajes de los tangos, lo que era una cosa que sonaba muy bonito […] Él traspasó la técnica del violín y comenzó a aplicarlo […] Nosotros teníamos en esa época un tipo de ritmo, no tan progresista como el que tengo ahora, a pesar de mis años […] En esa época estábamos más por el ritmo, entonces generalmente, el contrabajo iba más de pizzi­cato […] con arco sólo en algunos finales o en partes de acordes largos de cuatro tiempos».

Las actividades musicales de la agrupación, incluyeron progra­mas de radio donde pudieron realizar algunas grabaciones en rollos de alambre realizadas por el locutor Guillermo Portilla, quien tenía a su cargo un programa radial centrado en el tango. Estas grabaciones fueron eliminadas posteriormente no pudien­do concretar el traspaso al disco que, según cuenta Martínez, era el objetivo inicial. No obstante, esta experiencia le permite participar en el primer baile de locutores de la quinta región, con la conformación de un sexteto que permanecería trabajando por unos ocho años. A fines de 1958 Carlos Martínez inicia su trabajo en La Aduana, teniendo que dejar progresivamente las actividades musicales postergadas por más de treinta años:

“No podía realizar las dos tareas… lo recuerdo pues ese año vino a Valparaíso Aníbal Troilo. En ese tiempo tocaban los Hermanos Carbone [argentinos] en un local en la subida Ecuador, los tres eran bandoneonistas, tocaban con un pianis­ta y un violinista… Además, en ese grupo tocaba otro argentino contrabajista llamado Domingo Donnaruma, quien tocó con muchas orquestas de prestigio en Argentina, él me contaba que llegó a tocar con Caló en una de sus giras a Japón”.

La vuelta al tango de Martínez se produce en los años noventa, entra en contacto con los músicos que permanecieron en las an­dadas del tango. El luthier y bandoneonista del puerto Enrique Jiménez, ajusta su bandoneón y comienza a realizar trabajos con el contrabajista argentino Domingo Donnaruma, el violinista Víctor Gallardo y el pianista Héctor Maureira. Junto con esto, conforma pequeños tríos que realizan presentaciones esporádicas en determi­nados locales de Valparaíso junto Guillermo Scherping.

Carlos Martínez fue uno de los bandoneonistas locales más desconocidos por el medio cultural actual. Su incorporación al panorama tanguero de comienzos de los noventa fue esporádi­co, formando parte activa de los jóvenes músicos iniciados en el tango en la ciudad porteña de principios de los años cincuenta. Lidiando con una salud complicada, Carlos Martínez fallece el 24 de junio de 2009, año en que la Unesco, posiciona al tango dentro de los patrimonios inmateriales de la humanidad.

Orquesta de Domingo Donnaruma, en la desaparecida tanguería del mue¬lle Vergara. De izquierda a derecha: Domingo Donnaruma, contrabajo; Víctor «Gatito» Gallardo, violín; Mario Bóveda, cantante; Carlos Martínez, bandoneón; Héctor Maureira «che corina», piano.

Orquesta de Domingo Donnaruma, en la desaparecida tanguería del muelle Vergara. De izquierda a derecha: Domingo Donnaruma, contrabajo; Víctor «Gatito» Gallardo, violín; Mario Bóveda, cantante; Carlos Martínez, bandoneón; Héctor Maureira «che corina», piano.

 

Esta reseña es un extracto del libro Tango Viajero: orquestas típicas en Valparaíso (1950-1973) publicado por Cristian Molina y Eileen Karmy (Mago Editores y Fondart Regional de Valparaíso): Santiago de Chile 2012, páginas 110-116. Todas las citas entre comillas corresponden a Carlos Martínez, en entrevista por Cristian Molina en marzo 2007, Valparaíso. El libro se puede descargar AQUÍ


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